jueves, 4 de septiembre de 2014

¿ESTÁ LA SOCIEDAD COLOMBIANA PREPARADA PARA ABRAZAR LA PAZ?

Es difícil no pensar que están llegando a un punto de no retorno  los diálogos que se están llevando en la Habana, no sólo por el hecho de los avances del proceso sino porque cada vez más, se oye en las conversaciones formales e informales hacer pronunciamientos sobre la paz. Encuentro en este ejercicio e interés (por cierto, aún muy fragmentado y polarizado), una oportunidad excepcional para imaginarse que sucederá si finalmente se firma el acuerdo. ¿Está la sociedad colombiana preparada para abrazar legítimamente esta iniciativa? ¿Cómo saberlo?

Son preguntas para las que las respuestas no son fáciles. Para empezar tendríamos que considerar que una decisión política es legítima, en tanto cuenta con el  respaldo de los ciudadanos que justifican y comprenden las razones de la decisión.  Si pensamos en la polarización que mostraron las elecciones, diríamos que la sociedad está dividida entre los que legitiman la paz y los que no. Sin embargo, hay una imprecisión inaceptable  que debe ser corregida a tiempo si no queremos cerrar de entrada la posibilidad a este propósito,  que está  por encima de cualquier ideología política, religiosa o filosófica. 

Creo que todo ciudadano capaz de pensarse en una sociedad más justa y equitativa con más oportunidades de desarrollo económico que reconozca y respete el medio ambiente,  no pone en tela de juicio el hecho de que la paz es deseable y necesaria. Aunque no se puede desconocer que también están  los señores de la guerra (1) que ven amenazado su proyecto económico, político y social (2) y no tienen interés alguno en defender sinceramente el propósito de la paz.  Sin embargo, la claridad que considero debemos anteponer cuando como ciudadanos dialoguemos sobre estos temas, es nuestro punto de encuentro, todos queremos la paz.

Lo que nos diferencia es el posicionamiento que se ha nutrido de lo que pensamos es la  forma adecuada de lograrla, asunto de por si tan complejo como el hecho de la paz misma. Por lo que es necesario hacer énfasis en otro aspecto.  Ningún proceso de paz, ha sido lineal ni durante ni posterior a la firma de un acuerdo. Al contrario, ha sido accidentado y no ha  tenido asidero confiable. De hecho, muchos comienzos se debieron a los destrozos cruentos y masivos de la guerra  que llegaban a un punto donde toda esperanza de paz parecía irrisoria, como puede parecernos a nosotros. Sin embargo, experiencias donde la situación se veía más desoladora, donde el gobierno ostentaba el imperio de una ley abiertamente injusta, como fue el caso de Sudáfrica y donde los ciudadanos estaban divididos unos contra otros,  hubo un liderazgo que en semejantes circunstancias se atrevió a creer y luego a trabajar por la  transformación de su país en uno mejor.

Para comprometerse con un ideal, en este caso, el de la paz,  uno debe estar convencido; haber reflexionado y encontrado razones, una certeza del sí es posible (porque hasta lo imposible es posible), con lo que no se está invitando a negar la realidad, o asirse de una fe ciega. Es más bien, a partir de la comprensión de la complejidad buscar y proponer  rutas posibles de actuación.

¿Qué no será fácil? ¿Dos pasos adelante, uno hacia atrás, dos atrás, uno adelante?… Eso debemos saberlo y aceptarlo, tanto como que la  paz es posible y que el paso más importante y determinante, es el que damos cada uno de los colombianos.  Necesitamos encontrar razones para la paz y razones hay muchas. Piénselo!

PD 1: No me refiero solamente a aquellos agentes  de la ilegalidad como los que operan en el narcotráfico, sino también a quienes a través de la violencia estructural y directa, legitiman su poder.
PD 2: Económicamente, estos negociantes de la guerra, verían notoriamente disminuidas las cuantiosas “utilidades”. Políticamente, tendrían que imaginar otra ideología  para gobernar distinta de la política del miedo y el terror. Socialmente, el status quo de estos señores, en algunos casos amparados por la ley, se vería intranquilizado puesto que ciudadanos más libres y menos sometidos al temor, podrían estar más dispuestos a participar en el reestablecimiento de derechos que se han vulnerado históricamente.


Por: Lucero Bonilla Guzmán

ZSUMA DIFERENCIA
   Transformación  del conflicto 
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Teléfonos: (1) 7 435476  - 300 2212691 
Bogotá – Colombia.  

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