Si se piensa en los gobernantes de países democráticos y no solo en ellos, sino también en los dictadores, es claro que unos y otros, hacen uso inteligente de las palabras para exacerbar los ánimos y conseguir votantes y partidarios. Si nos detenemos con un poco más de atención, resulta casi incomprensible que la historia de las guerras, y los actos y campañas más aberrantes, hayan sido en nombre de ideales como la dignidad, “la patria”, la solidaridad, el amor, y es hasta risible, por lo contradictorio, que la paz también haya sido usada y banalizada de una manera tan atroz.
Este uso indebido en donde los valores o ideales, están en las bocas de quienes no entienden su significado o entendiéndolo, deciden usufructuar de ellos con engaño, es un triste infortunio puesto que debilitan lo que debiese ser (y es) constitutivo del carácter y fin de cada individuo. La virtud se vuelve ajena, se transfiere y el afán de perfeccionamiento del carácter se exige en otros, se vuelve un deber de quien los predica.
Lo que ha estado sucediendo en Colombia con relación al Sí o No por la paz, es una oportunidad de aprendizaje que podemos aprovechar individual y colectivamente. La responsabilidad del ciudadano no es por el Sí o No; animar las filas de uno u otro polo no hará la diferencia sino que retroalimentará este ciclo de incomprensión y conflicto. Además, el ciudadano que espera que los que gobiernan edifiquen la paz con sus discursos, se exponen a una forma atrofiante de autoengaño y eterna frustración, no solo porque las políticas y leyes amañadas niegan sus palabras, sino también, porque diluyen el poder de cada ciudadano.
La responsabilidad va más allá; tiene que ver con despertar el uso efectivo de la libertad llevado fuera de la disyuntiva aprisionante que se nos plantea. Bien lo afirma Erich Fromm cuando expresa que “nos hemos convertido en autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albeldrío”. Los valores e ideales humanistas están lejos de ser aspiraciones que representen conceptos utópicos o pasivos. Son concretos y empujan a la acción, no condicionada sino consciente.
De la discografía de Luis Eduardo Aute. Foto sacada de http://www.cancioneros.com/ |
Dice la sabiduría Antigua que “tal como el hombre piensa es”. Nuestro esfuerzo debe encaminarse hacia la consideración de nuestras creencias; saber lo qué creemos y porqué lo creemos, ya que estas establecen el fundamento de nuestra respuesta hacia la vida. Lo que llamamos nuestro pensamiento, ¿es verdaderamente nuestro? ¿Es nuestra acción reactiva y condicionada? o ¿es libre y consciente? Mutuamente debemos animarnos a progresar en este sentido haciendo uso de la reflexión íntima, sincera, valiente, del compartir respetuoso.
La transformación social empieza por cada uno y demanda esfuerzo; el esfuerzo de repensarnos, de ver y ser francos al comprender que quienes quieren, en este caso, la paz, la hacen.